miércoles, 20 de febrero de 2013

El maestro Lao Tsé y los camarones que se resisten a morir

Día 9.- Ciudad de Quanzhou

28 de diciembre, 2009

Como si quisiera alejarse del bullicio de la ciudad, Lao tsé está sentado plácidamente al pie de la montaña Qing Quan. Ni el intenso frío de la ciudad de Quanzhou, ni el ruido que hicimos con nuestra visita perturbaron su mirada pensativa que apunta hacia el cielo, como esperando encontrar una respuesta.

Foto: Gabriela Becerra


¿Quién fue Lao tsé? Estoy segura que el nombre les suena familiar, pues en la escuela nos hablaron de él como uno de los grandes pensadores de la cultura china. El anciano maestro, como también le llamaban, es considerado el padre del taoísmo, y a él se le atribuye la obra Tao Te Ching.

El taoísmo surgió durante el siglo VI antes de Cristo y fue una de las filosofías más importantes de la antigua China, que tenía como principal objetivo alcanzar la inmortalidad, en el sentido de la autosuperación del propio ser. Hoy en día, esa finalidad es entendida como el deseo de tener una vida longeva y plena.

En este sentido, en la ciudad de Quanzhou se dice que si tocas la nariz de la estatua de Lao Tsé vivirás 120 años, pero si alcanzas los ojos llegarás a los 160 años. Como no me interesa vivir tantos años, ni siquiera intenté la escalada.

Foto: Ana Wei

Por cierto, uno de los detalles que más llamaron mi atención de la figura de piedra de Lao tsé fue que sus orejas parecen signos de interrogación. Más tarde me explicaron que es porque el viejo maestro siempre tenía la disposición de escuchar todas las preguntas de sus discípulos.

Después de tomarnos algunas fotos con la figura de uno de los personajes más emblemáticos de la civilización china, abandonamos el lugar para ir a almorzar.

Zhu Qing, director general de la Oficina de Información de la provincia de Fujian, nos esperaba con un banquete.

En China los grandes restaurantes disponen de varias habitaciones para brindarles a sus comensales un espacio más privado, así que los anfitriones nos dieron la bienvenida en una bastante amplía.

Foto: Gabriela Becerra

Sobre la mesa había tallarines, verduras, camarones, ostiones y rollitos de carne de res, todos crudos. Llamó mi atención que cada uno disponía de una pequeña estufa con un recipiente, era la primera vez que veía algo parecido.

Mientras Zhu Qing agradecía la visita de Radio Internacional de China a la ciudad de Quanzhou, observé que mis camarones estaban brincando, retorciéndose, seguían vivos a pesar de que estaban atravesados por un palo.

Foto: Gabriela Becerra

Y como reza el dicho: “A donde fueres haz lo que vieres”, observé como los funcionarios encendieron su pequeña estufa y vaciaron sus brochetas de camarón cuando el agua comenzó a hervir, los imité.

Sin embargo, mi compañera de Indonesia se paró de la silla de un salto al ver que los crustáceos estaban  moviéndose, y le faltó el coraje para sumergirlos en agua caliente y comérselos.

Debo aceptar que para mí tampoco fue fácil ver cómo los pobres moluscos luchaban por su vida mientras estaban ensartados, y luego verlos morir al calor del fuego.

En China se acostumbra comer mariscos lo más fresco posible, para que no pierdan sus propiedades o hagan daño. En muchos mercados hay grandes peceras donde se exhiben vivos pescados, jaibas, langostas, caracoles y demás fauna marina, para que el cliente elija el que más le guste. Frente a sus ojos los matan y preparan para llevarlos a casa. Algunos restaurantes hacen lo mismo, el comensal sólo elige cuál quiere que le cocinen.

En los nueve días que llevo de viaje disfruté una de las comidas más agradables y amenas, debido a que los anfitriones nos recibieron de una manera cálida y cordial. He observado que la gente del sur de China es muy alegre. Así que en esta ocasión tampoco podían faltar los brindis y una canción para amenizar, esta vez la interpretó Zhu Qing.

En el almuerzo también ofrecieron caracoles en su concha, con salsa de mariscos; una rebana de camote con un filete de pescado encima; almejas en su concha, y bolitas de carne y arroz.

Realmente me sentí como en casa gracias a la hospitalidad de la gente de Fujian. Antes de abandonar el lugar, hicimos una última ronda de brindis para despedirnos, porque aún teníamos otros lugares por descubrir.

Con funcionarios de la provincia de Fujian y la delegación de Radio Internacional de China.


Pagodas, las huellas del budismo

Entre cientos de edificios de la ciudad de Quanzhou sobresalen dos estructuras que rompen con la arquitectura moderna: las pagodas del monasterio de Kaiyuan.


Foto: Ana Wei

Aunque parece que están extraviadas entre tantas construcciones vanguardistas, las pagodas funcionan como faros para orientar a los barcos, y también como cementerio donde reposan los restos de los monjes budistas más destacados.

Las pagodas fueron construidas con bloques de granito y, aunque parecen gemelas, no lo son. La del este, llamada Zhen Guota, fue edificada entre 1238 y 1250 y tiene una altura de 48 metros. Mientras que la del oeste, de nombre Shouta, se levantó entre 1228 y 1237, con 45 metros de altura.

Durante el siglo IX, las pagodas eran de madera, material esencial en la arquitectura tradicional china y también presente en algunas mezquitas y templos budistas. Posteriormente, se sustituyó la madera por el ladrillo, pero al ser destruidas fueron reconstruidas con piedra. Sólo así pudieron resistir huracanes y terremotos.

Estas joyas arquitectónicas están decoradas con relieves de 60 figuras budistas, mientras que en su base se representan escenas religiosas, flores y animales.


Foto: Gabriela Becerra

El templo budista es muy grande, y aunque nos faltó tiempo para conocerlo era momento de irnos, nos aguardaba un espectáculo teatral.

La función se realizó exclusivamente para Radio Internacional de China, así que elegimos los mejores asientos del auditorio. Los primeros en salir a escena fueron los títeres típicos de la región, que provocaron risas y aplausos. Le siguió un grupo musical que ejecutó instrumentos tradicionales como el erhu, la flauta, el ruan y el sanxian, creando una cálida atmósfera de sonidos suaves y pausados.

Foto: Gabriela Becerra
Foto: Gabriela Becerra

Uno de los mejores números fue el de las marionetas. Fu Duan Tong nos compartió que desde hace 30 años se dedica a hacer estos muñecos, los viste, calza, peina y da vida a cada parte de su cuerpo, a través de la coordinación de 51 cuerdas.

Fu Duan Tong dando vida a sus creaciones. Foto: Gabriela Becerra

Foto: Gabriela Becerra

Cada día que pasaba, China me mostraba parte de su riqueza arquitectónica, cultural, histórica y gastronómica. Y con la dulce sensación de que aún me quedaban decenas de lugares por conocer y sabores que disfrutar concluí otro día de viaje.